domingo, 2 de diciembre de 2012

Las 12 vergüenzas con las que España terminará 2012

A poco menos de un mes para despedir 2012, avanzamos hacia un nuevo año con el miedo de quien se adentra en lo desconocido, manteniendo una vaga esperanza de que el futuro que nos espera no pueda ser peor que el presente en el que nos encontramos. 2012 no ha sido un buen año. Hemos dejado de vivir para comenzar a sobrevivir. Mientras tanto, España ha sacado a relucir sus vergüenzas, muchas más de las que cualquier ciudadanía puede soportar. Mientras, el poder ha dejado en evidencia su escasa voluntad para arreglar los cimientos de nuestra democracia, que se encuentra corrompida por doce hechos ruines que la han ido deteriorando con saña en los últimos meses:

- El paro: la lacra que no cesa. No se vislumbra en el horizonte una mejoría a una de las lacras que está asfixiando a la sociedad española. El número de parados sigue subiendo, amenazando con no mostrar su límite a la vez que el Gobierno sigue sin ofrecer soluciones. Es lamentable la falta de un plan de acción para mejorar las cifras del paro, pese a que su lucha suele ser la primera de las promesas electorales en épocas de campaña.

- Desahucios: apaleando al pobre. En los últimos meses hemos asistido a la última maniobra de los bancos: firmar desahucios con una mano mientras que con la otra reciben los cheques que le llegan con dinero público. Miles de familias se han visto en la calle por culpa de una orden de desahucio. Lo peor de la situación ha sido observar la respuesta política que, tras años permitiendo estas operaciones, ha querido solucionar el problema con una medida irrisoria que llega mal, tarde y solo cuando la presión social ha aumentado tras una serie de suicidios que se podrían haber evitado.

- Indultos: la carta bajo la manga. El indulto permite que un Gobierno con intereses políticos influya en las decisiones tomadas desde el poder judicial, un ejemplo más de la nula separación de poderes que existe en España. El Consejo de Ministros de turno tiene la herramienta para borrar sentencias judiciales y curiosamente este recurso ha favorecido sobre todo a políticos, banqueros o, como en uno de los más recientes casos, policías condenados por prácticas de torturas.

- Antidisturbios: los nuevos perros de caza. El alto número de manifestaciones que se realizan en la actualidad ha llevado a que los antidisturbios obtengan más poder del que hasta ahora parecía. O quizá nunca dejaron de tenerlo y le tengamos que dar las gracias a que la sociedad actual no es como la de antaño y hoy cualquiera pueda grabar con su cámara actuaciones policiales que dejan mucho que desear. Policías sin conciencia social, abusando de su autoridad, sin placa de identificación y con prácticas más que dudosas dirigidas a intimidar a una sociedad que encuentra en sus salidas a la calle el último recurso para luchar contra las numerosas desigualdades que está provocando la crisis.

- Recortes sociales: reduciendo el oxígeno. La última medida que debería llevar a cabo un Gobierno es la de dar luz verde a recortes en sanidad y educación. En España, estos recortes no solo se han tomado a la primera de cambio (por delante de muchos otros), sino que se ha intentado acusar a la población de ser la culpable de que se produzca, como consecuencia de los abusos que esta ha cometido en el pasado. No hay nada más ruin, sobre todo si tenemos en cuenta que al mismo tiempo conocemos que hay quienes no pierden sus privilegios económicos, como la Iglesia o los propios políticos, o quienes tienen un trato preferencial a la hora de pagar sus impuestos solo por tener algunos ceros de más en su cuenta bancaria.

- Amnistía fiscal: la reverencia al estafador. Otro de los mayores insultos a la ciudadanía que se ha cometido en los últimos meses. En España, como en muchos otros países, se le tiene miedo al rico, que parece que se las sabe todas en esto de evadir impuestos. Con esta medida el Gobierno no solo demuestra su incapacidad para hacer frente a quien no cumple con la ley, sino que manifiesta su intención de perdonarle sus fechorías mientras en los casos de desahucios, por ejemplo, ha preferido mirar hacia otro lado.

- Trato de favor a la banca: el guiño a la riqueza. En una situación de empobrecimiento de la población, llama la atención la delicadeza con la que el poder político trata a los bancos y los individuos que giran a su alrededor con la capacidad de lucir un sueldo millonario o una compensación generosa por unos dudosos servicios prestados. Este trato de favor continúa mientras las entidades bancarias no muestran inconvenientes en perdonar deudas a partidos políticos, entrando en una espiral de protección mutua en la que el único que sale perjudicado es el ciudadano.

- La manipulación del periodismo: portadas que dan asco. Este 2012 será recordado como el año en el que parte de la prensa escrita abandonó su intención de informar (si es que la tuvo alguna vez) para dedicar sus fuerzas a adoctrinar a la población. Estos periódicos han dejado en la memoria un sinfin de portadas bochornosas con las que han manifestado su acercamiento ideológico al partido político que profesan, aunque sea a costa de humillar y desprestigiar a una gran mayoría de ciudadanos.

- La ley electoral: un reparto injusto. Durante este año hemos continuado observando impotentes las consecuencias que se originan a través de una ley electoral gracias a la cual cada día la ciudadanía se encuentra menos representados. A través de ella, un partido político puede hacerse con la mayoría absoluta de un Congreso sin obtener más de la mitad de los votos en unas elecciones u otro puede quedarse sin representación aunque sí obtenga el respaldo de un buen número de españoles. Los políticos se aferran a que nuestra ley electoral permite que en el Congreso de los Diputados haya mayor representación provincial de la ciudadanía, como si, una vez elegidos, no nos diéramos cuenta que el trabajo que realizan sobre sus provincias se aleja mucho de la defensa prometida y es tirada por tierra cuando los diputados deben someterse a la disciplina de partido en cada votación.

- Realeza coja: un reinado de otro tiempo. Los escándalos que han salpicado a la monarquía española ponen de manifiesto que la corrupción del poder también afecta a las más altas esferas del mismo. Así, nos encontramos ante una monarquía que cada vez nos hace sentir menos orgullosos, algo que provoca que se comiencen a disipar los agradecimientos que se le tenía por los servicios prestados en el pasado. Incluso el debate entre monarquía o república empieza a estar anticuado, surgiendo la necesidad de encontrar un sistema político que se encuentre realmente controlado por la ciudadanía y que sea lo más representativo posible.

- Soberbia política: alergia a las dimisiones. El paso de los años nos está dejando con la sensación de que estamos ante un grupo de políticos incapaces de asumir los errores que han cometido bajo su mandato. Quizá por eso, el mundo de la política haya llegado a 2012 con una de las peores valoraciones dadas por la ciudadanía, que observa atónita cómo sus representantes prefieren aferrarse a la presunción de inocencia en vez de garantizar que el pueblo tenga el mejor gobierno posible. Así, encontramos una serie de personas que pese a que lleven a cabo una pésima gestión de sus competencias son incapaces de entonar el mea culpa y marcharse por la misma puerta por la que han venido con algo de dignidad.

- Promesas incumplidas: la estafa electoral. Parece increíble que un partido político en plena democracia pueda llegar al poder a través de una serie de promesas que no han sido cumplidas con posterioridad. Un programa electoral ha pasado de ser una hoja de ruta para convertirse en un mero anuncio publicitario, dirigido a atraer los votos de aquellos que se dejen entusiasmar con facilidad. Es la enésima prueba de la indiferencia que el poder político actual muestra con los ciudadanos, a los que trata como una panda de borregos de los que solo se puede aprovechar cada cuatro años.