martes, 12 de febrero de 2013

Olor a podrido



Desde que tengo uso de razón una de las imágenes que atacan mi subconsciente es aquella en la que, ya sin vida, empiezo a descomponerme. Los gusanos aparecen de la nada para devorar con lentitud mi cuerpo inerte, que se va pudriendo a fuego lento hasta convertirme en una seca y horripilante figura que presume de muerte. Mi cerebro, hábil para evitar asuntos que no quiere asumir, intenta olvidar esa fantasmal estampa cuando el terror invade mi cuerpo y me ofrece en bandeja el alivio. Me detengo en la nula capacidad que entonces tendré para percibir ese proceso cuando irremediablemente ocurra.

Qué bien sienta alejarse de los pensamientos oscuros, vivir al día sin preocupaciones luciendo la coraza de la ignorancia que nos evita el sufrimiento. Pero a medida que crezco empiezo a ser consciente de que hay un elemento capaz de atravesar mi armadura. Se trata del olor. Aquel nauseabundo aroma que se expande sin control envolviendo lo que me rodea. Y es gracias al olor, que no se maquilla ni se esconde, por el que aprecio lo podrido que aparece todo a mi alrededor, un ambiente que se va descomponiendo lentamente mientras crece en mi interior la idea de que no se puede combatir.

Desconectar de lo que ocurre cada vez es más difícil. El hedor se hace más fuerte y los gusanos se multiplican con la intención de darse un festín de carne. Mi cerebro se queda sin recursos y solo reacciona de forma primaria, obligándome a tapar mi nariz, y a veces también los ojos y los oídos, porque esta putrefacción también presume de imágenes y sonidos que agudizan aún más la peste. “Aquí huele a podrido”, me limito a decir, cuando quizá la evidencia habla por sí sola. Descubro entonces que hay algo peor que la obsesión que me atormentaba. Vivo en una pesadilla de la que no es posible despertarse, donde es la realidad la que se descompone ante mis ojos. Respiro aire nocivo, lucho diariamente contra las nauseas y presencio aterrado como mi existencia se convierte en un trozo de carne que lleva semanas, años, en mal estado.

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