martes, 3 de enero de 2012

Modelos a evitar

Conozco a alguien que conoce a alguien que imparte clases particulares. No lo hace por vocación, sino motivado por la idea de tener una fuente de ingresos. Lo que en otra época se podría considerar como un aporte extra de dinero hoy se ha convertido en un aporte único para muchos jóvenes. Terminada la carrera universitaria, la misma que muchos nos alentaron a realizar haciéndonos creer que nuestra vida sería coser y cantar cuando la terminásemos, ahora hay que buscarse la vida y, en algunos casos, ese camino pasa por convertirse en profesores particulares de primos, sobrinos o hijos de vecinos. Ellos, o sus padres mejor dicho, buscan a alguien que refuerce los contenidos en los que sus hijos flojean, pero en pocas ocasiones son conscientes de que también están eligiendo un modelo en el que sus hijos se van a fijar.

Quizá como consecuencia de la sociedad que hemos creado, en la que más eres cuanto más tienes, y por culpa de lo avispado que son los niños, estos alumnos no solo atienden a las explicaciones que dan sus inesperados profesores, si no que observan la vida que ellos llevan al margen de las clases. Una vida llena de miseria marcada por el paro y por un futuro ennegrecido que nadie parece dispuesto a blanquear. Una vida sin posibilidad de independencia, en la que la prosperidad depende de lo llenas que estén las arcas familiares en cada casa, las mismas arcas que llevan años vaciándose para cubrir necesidades cada vez más básicas.

Y en este contexto encontramos al conocido de mi conocido. En mitad de una de esas clases, centradas en las ecuaciones o en el análisis de oraciones, hubo un momento en que las energías del alumno decayeron, por lo que el profesor se vio obligado a animarle. Le transmitió el consejo que él mismo recibió en el pasado y que le decía que debía estudiar lo máximo posible para labrarse un buen futuro. Pero en esta ocasión el alumno, que de tonto no tiene ni un pelo, no se cortó. Se encaró con su profesor, disgustado por la clase de hipocresía que estaba recibiendo de alguien que decía que estudiar es una pieza esencial en el desarrollo de cualquier persona. "¿Para qué quieres que estudie? ¿Para acabar como tú?".

Son preguntas para las que hoy en día no hay respuesta o, si las hay, encontrarlas es una tarea difícil, sobre todo si se permanece en el charco de mierda que algunos han creado. Es en este charco en el que se encuentran miles de jóvenes parados, sin oportunidad de experimentar la dignidad que otorga ejercer el trabajo para el que han sido preparados y sin una decente remuneración económica, muy lejos de los ridículos 641€ en los que está establecido el salario mínimo actual o las cantidades irrisorias que se otorgan en algunas prácticas. Gracias a las labores de Gobiernos, sindicatos, empresarios... la nuestra no solo se está erigiendo como una de las generaciones perdidas que da la historia, sino que tampoco somos capaces de establecernos como modelos de aquellos que nos siguen. El charco de mierda, poco a poco, se hace más profundo.

2 comentarios:

  1. Es una situación bastante contradictoria, imagino que será incluso más llamativa en el caso de nuestros compañeros au pair. Mira esto ;)
    http://blogs.hoy.es/diariodeunaaupair/

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  2. A mi esto me lo ha dicho mi hermano que tiene 14 años y no queda más que contestarle que la educación secundaria obligatoria no sirve para ser rico pero si servirá para darte una formación mínima para que cuando uno sea adulto pueda tener un conocimiento general del mundo, del arte, de la filosofía, de su propia lengua, etc. Y esto le ayudará a tener una opinión propia en el futuro, a defender sus ideales coherentemente, a que no lo engañen, a comunicarse de forma adecuada y respetuosa, etc.

    La educación en sus primeras etapas no tiene un fin económico sino formativo.

    Aún así se me cae el mundo encima cada vez que me suelta algún comentario de ese tipo...

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