domingo, 8 de julio de 2012

De trabajadores, becarios y voluntarios

Trabajar para vivir o vivir para trabajar. Desde que la oí por primera vez, esta frase ha sido una de las más curiosas que me han parecido dentro de la amplia gama de refranes, juegos de palabras o expresiones que la sabiduría popular ha ido transmitiendo con el paso del tiempo. Una frase que te lanza el reto de definirte como persona, teniendo que elegir entre dos caminos que, aunque parecidos, se separan en la medida en la que uno decida cómo está dispuesto a enfrentarse a su trabajo. En la práctica, lo que quiere decir esta simple oración es que existen dos clases de personas: los que organizan sus vacaciones en su puesto de trabajo y los que no pueden dejar de pensar en sus obligaciones mientras padecen sus días de descanso. Aún así, todos ellos cuentan con el privilegio de trabajar o, mejor dicho, de ser recompensado económicamente por el trabajo que realizan, aunque eso de los sueldos a día de hoy orbiten alrededor del sistema de la inestabilidad.

Hasta hace unos años, en la escala evolutiva del trabajador, creíamos que el becario era la figura inicial, ésa que, al igual que el mono, camina encorvado debido a la cantidad de trabajo con la que se le carga a sus espaldas. En el mundo del periodismo, el que conozco de cerca, la explotación de esta figura ha permitido que se consiga la publicación y la emisión diaria de muchos periódicos e informativos en estos tiempos de crisis. Los directivos de los medios de comunicación han recibido con los brazos abiertos la posibilidad de contar con una serie de pesonas dispuestas a realizar el trabajo de cualquier empleado de su plantilla, eso sí, a un módico precio. El negocio es evidente. La lógica dice que si accedo a un grupo de personas que me harán el mismo trabajo que mis empleados por un precio muy inferior, puedo contar con ellos para no solo mantener mi medio de comunicación sino para recortar la plantilla cuanto sea necesario, convirtiendo al becario en un traidor involuntario, que llega al medio con las ganas de darse a conocer y sin reflexionar sobre las consecuencias que puede tener aceptar cualquier cosa a cualquier precio. Como digo, esta situación se ha dado hasta hace unos años, puesto que en la actualidad ya son muchos los medios que ni siquiera han aguantado con esta práctica y su situación económica les ha llevado al recorte drástico de plantilla o, como último remedio, el cierre. Todo ello sin que se hayan producido, que se sepa, recortes drásticos en la nómina de sus directivos, que hasta el último momento han seguido cobrando sueldos que permitirían mantener a decenas de empleados o, en su caso, a cientos de becarios mensualmente.

En la actualidad, en el punto más alto de la crisis y más bajo de nuestras esperanzas e ilusiones, en la escala evolutiva del trabajador ha surgido una nueva figura inicial. Se trata del voluntario o, dicho de otra manera, la persona que accede a trabajar en una empresa de manera gratuita ("es que estamos en crisis y no podemos pagarte nada") pero que accede a cumplir con una serie de requisitos como si de un trabajador más se tratara, como el horario o la estancia mínima. Lo único que ofrecen a cambio es la experiencia, algo que en muchos casos solo serviría como simple adorno de currículum. La explotación a la que asistíamos hasta ahora sube un nuevo peldaño, dirigida a quienes aún no han tirado la toalla y siguen intentando trabajar en algo relacionado con lo que han estudiado. Un sueño, tal vez, una ilusión que no se ajusta a la realidad en que vivimos pero, sobre todo, un negocio del que muchos comienzan a aprovecharse, como si trabajar para ellos fuera un acto de caridad o como si el halo que envuelve a las grandes empresas les diera legitimidad para convertir voluntad en trabajo, como si de una ONG se tratara. Y, aunque no paren de quejarse, de la situación económica, de los políticos, de las empresas, de las universidades... buena parte de la culpa sigue recayendo en esas miles de personas, desconocidas y desamparadas, que con cada nueva concesión que están dispuestos a realizar cavan más profunda su propia fosa común. Ellos siguen buscándose la vida para trabajar, aunque el trabajo no les vaya a dar para vivir.

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